El gato es un ágil amigo que pronto querrá conocer a los más pequeños de la casa: se subirá a las cunas y sofás, olerá las ropas del bebé o investigará en el cuarto de los niños para descubrir sus juegos.
Gracias a su agilidad, tamaño y rapidez, los gatos consiguen huir de los niños, a los que en más de una ocasión se les escapa algún manotazo. Los más pequeños se sienten atraídos y muy impresionados por este animal, de ahí que intenten descubrir e indagar sus movimientos.
A menudo se escucha, conversando con los dueños de gatos y padres de familia, cómo el gato tolera y soporta estoicamente los estirones, enganchones y pellizcos de los niños de la casa. Actos que, desde luego, habrá que corregir lo antes posible. Otras veces, los disfraces o juegos a la hora de la comida convierten en auténticos protagonistas a los gatos, por lo que su paciencia queda más que probada.
El bebé, rodeado de un olor especial a leche y a papilla, duerme casi siempre custodiado por el gato de la casa. Sin embargo, es conveniente que se mantenga fuera de su habitación. De ahí que, tanto por higiene como por la temprana edad del recién nacido, debamos dejar las habitaciones cerradas para que el gato no entre hasta que el niño sea un poco más mayor.
A partir del año y medio, más o menos, el gato despierta gran interés en el niño al ver que se